Dermatólogo Psoriasis en Madrid

La psoriasis es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel muy frecuente. Afecta al 2-3% de la población general. Aunque actualmente se desconoce su causa, se sabe que existe una predisposición genética sobre la cual actúan diferentes factores, algunos conocidos (estrés, infecciones como las de vías respiratorias superiores por Streptoccus beta-hemolítico y algunos medicamentos como los beta-bloqueantes o el litio) y otros todavía no conocidos, que la desencadenarían o agravarían. No es contagiosa.

Existen varias formas clínicas. La más frecuente es la psoriasis en placas (75% de los casos). Se caracteriza por la aparición simétrica de placas escamosas sobre una piel enrojecida. Las zonas más frecuentemente afectadas son los codos, rodillas, cuero cabelludo y uñas, aunque puede afectar cualquier área de la superficie corporal. Existen otras variedades menos frecuentes como la psoriasis en gotas, pustulosa y eritrodérmica. Sigue una evolución crónica, cursando en brotes, con periodos de agravamiento y otros de remisión.

«La psoriasis afecta de manera muy significativa la calidad de vida de los pacientes y sus familiares.»

Se asocia, especialmente en sus formas moderadas y graves, a las denominadas “comorbilidades”, enfermedades que son más frecuentes en los pacientes con psoriasis que en la población general (artritis psoriásica, enfermedad cardiovascular, obesidad, diabetes, hipertensión, dislipemia, síndrome metabólico, hígado graso, enfermedad inflamatoria intestinal, ansiedad y depresión). Es frecuente el consumo excesivo de tabaco y alcohol.

El tratamiento de la psoriasis ha experimentado un gran avance en los últimos años de modo que hasta las formas más graves pueden ser controladas. Hoy en día disponemos de un amplio arsenal de opciones de tratamiento:

1) Medicamentos que se aplican sobre la piel (tópicos). Es la terapia empleada para formas leves y moderadas de la psoriasis. Los agentes más utilizados son los corticoides y los derivados de la vitamina D (calcipotriol) solos o en combinación. Son menos empleados los queratolíticos, alquitranes y los derivados de la vitamina A;

2) Fototerapia. Consiste en la exposición a radiaciones ultravioleta en cabinas de cuerpo total o de palmas/plantas. Se distinguen varias modalidades. Las más utilizadas son la fototerapia UVB de banda estrecha y la PUVA (se administra un psoraleno oral previamente a la radiación para incrementar su efecto);

3) Terapia sistémica convencional. Está indicada en formas moderadas-graves, casos resistentes a la terapia tópica o fototerapia y situaciones con especial repercusión en la calidad de vida de los que la padecen (ej. psoriasis genital, afectación de la cara, palmas y plantas,..). Los fármacos más empleados son metotrexate, acitretino y ciclosporina. Se administran por vía oral. Exigen un control estrecho durante el tratamiento (hígado, riñón, colesterol,..) con visitas y análisis frecuentes.

4) Nuevas terapias orales. Recientemente se han incorporado al arsenal terapéutico dos moléculas de alta eficacia y buen perfil de seguridad: apremilast y dimetilfumarato;

5) Terapia biológica. La terapia biológica ha supuesto una auténtica revolución en el control de la psoriasis. Ha sido creada en las últimas décadas mediante la tecnología del ADN recombinante. Los fármacos biológicos en la psoriasis van dirigidos contra moléculas (citocinas o proteínas de superficie) de las células que intervienen en la producción de las lesiones de psoriasis.

Está indicada en pacientes con ineficacia, contraindicación o intolerancia a los fármacos convencionales mencionados previamente o la fototerapia. Con ella se consiguen aclaramientos completos o casi completos en un elevado porcentaje de pacientes. Todos se administran mediante inyecciones subcutáneas excepto uno por vía intravenosa (infliximab). Tienen un perfil de seguridad muy favorable. Debido a su elevado coste, no están indicados como de primera elección en la psoriasis moderada-grave.

Actualmente están comercializados un buen número de agentes biológicos con diferentes mecanismos de acción:

 

A) Inhibidores del factor de necrosis tumoral (adalimumab, certolizumab, etanercept, infliximab);

B) Inhibidores de la IL-12 (guselkumab, risankizumab, tildrakizumab) o 12/23 (ustekinumab);

C) Inhibidores de la IL-17 (ixekizumab, secukinumab) o su receptor (brodalumab).